"Mi equipaje."
Mi equipaje de vida no se compone de camisas caras, mucho menos de pantalones de vestir muy finos.
Tampoco llevo joyas ni relojes ostentosos.
Perfumes, corbatas o calzado finísimos tampoco están considerados dentro de mi equipaje de vida.
Para los ojos miopes de gente sin sentimientos, al abrir mi maleta, la verán completamente vacía.
Un rectángulo cubierto de trozos de tela que con el paso del tiempo se han ido rasgando ante los duros cambios por los que me ha acompañado.
Y sin embargo, es capaz de almacenar recuerdos tan valiosos que ningún billete puede comprar.
Allí guardo innumerables alegrías, pasajes de mi vida infantil con la inocencia propia del niño.
De allí guardo mi época de adolescente, cuando tímidamente aprendí a asomarme a la vida adulta.
Más tarde los recuerdos crecieron junto con mi edad cronológica y llegué al mundo de los adultos con todas sus enseñanzas.
Hoy en la mal llamada tercera edad, mis recuerdos se acrecientan cuando evoco los bellos momentos que por decreto del dios Cronos, me ayudaron a valorar cada instante, cada momento.
Mi equipaje de vida guarda amores y desamores. Triunfos y derrotas. Alegrías, tristezas, risas y llantos.
Todo cabe en perfecto orden y siempre están listos para el momento de mi partida.
Así, llegada la hora de abandonar éste mundo, lo haré con la enorme satisfacción de haber sabido dejar huella por mi paso en él.
Doy gracias a Dios por permitirme llevar un equipaje tan ligero y a la vez tan lleno de grandes experiencias.