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Abro mis ojos queriendo encontrar sólo aquéllo que resulta bello.
La negra oscuridad limita tanto mi visión como aquéllos momentos en los que la cruda realidad me estremecen y me invitan a evadirla.
De repente una nítida luz atraviesa por enfrente de mis ojos, deslumbrándome a más no poder; sacudo mi cabeza y reacciono entonces para darme cuenta que no hay más realidad que la que yo mismo he escogido.
Sin engaños ni falsas promesas observo la vida diaria con la firme convicción de sentirme vivo, de poder tener a mi alcance lo que me propongo y agradecer al Ser Supremo por todo lo que en mi trayecto cotidiano aparece aún sin haberlo evocado.
Gracias Señor porque me has devuelto la alegría de vivir y por el compromiso tan grande que hoy tengo conmigo:
¡¡¡ VIVIR A PLENITUD !!!
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