Noche de encuentro con mi pasado
No era una noche
cualquiera, era la última noche del año. Y mientras la mayoría de la gente entre
gritos de alegría se abrazaba y brindaba por los buenos deseos para el próximo
año que estaba por comenzar, sin más decidí ir a la cama.
Apenas habían
transcurrido unos cuantos minutos cuando mis ojos por fin cedieron al cansancio
y comenzaron a cerrarse con la ayuda de la oscuridad que reinaba dentro de mi
recámara.
Y ya cuando estaba
a punto de conciliar el sueño, de repente sentí una extraña presencia. Pesadamente
abrí mis ojos y con gran sorpresa
alcancé a ver delante de mí la figura de un hombre anciano, con el cuerpo
encorvado por el paso de los años, peinando escaso pelo cano y con una enorme
barba blanca que le caía casi hasta el suelo.
No te espantes
murmuró, mientras con pasos lentos se acercaba a mi lecho. Sé que no me
esperabas y mucho menos sabes quién soy. Permíteme presentarme: Soy el Año
Viejo y he venido aquí esta noche a platicar contigo.
Todavía somnoliento
y confundido, pues no alcanzaba a dar crédito a lo que estaba pasando me
incorporé preguntándome una y otra vez si era verdad lo que veía y escuchaba, o
era parte de mis sueños. Quise conservar la calma y recuperar la conciencia.
Y cuando al fin me
di cuenta que era real lo que estaba viviendo, me armé de valor y le contesté
enfurecido: ¿Y quién te crees tú que eres para interrumpir abruptamente mi
descanso y entrar en mi morada sin mi consentimiento?
Entiendo tu
malestar y enojo, pausadamente contestó mientras clavaba profundamente su
mirada en mi rostro. Estoy aquí porque soy el único con quien has compartido
verdaderamente estos largos doce meses que hoy terminan y también soy el único
que te ha acompañado durante toda tu vida.
Me duele decírtelo,
pero ya no puedo permitir que sigas llevando tu vida al fracaso. Así que
comenzaré por decirte que a lo largo de todo este año te regalé doce hermosos y
fructíferos meses, cada uno con sus días y noches completos, sin embargo no vi
que te esforzaras lo suficiente por alcanzar tus ideales, mucho menos que
tuvieras claras tus metas dando tumbos por aquí y por allá.
Siempre respondías
mañana haré esto o aquello, hoy no puedo porque tengo cosas más importantes que
hacer. Te felicito, eres un dechado de ingenio, pues siempre has tenido una
excusa para justificar tu apatía. Y así dejaste que pasaran un día tras otro arrancando de golpe
las hojas del calendario. Y con ellos los meses completos. Gastabas toda tu
energía en maldecir tu mala suerte y en lo poco afortunado que eras. Creías que
todo el mundo se había puesto en tu contra y que eras la víctima fácil del
infortunio.
Cuán equivocado
estás querido amigo. ¿Te has puesto a pensar siquiera una vez en lo afortunado
que eres de estar vivo, sano y de gozar plenitud en tus facultades? ¿Y de que
gozas de un bello regalo llamado libertad? Libertad para creer, pensar, actuar,
vivir. ¿Y que a tu alrededor tienes a muchas personas que se preocupan por ti?
Debido a tu ceguera
espiritual y al egocentrismo en el que hasta hoy has vivido no alcanzas a
percibirlo. Te invito para que esta noche hagas un alto en el camino de tu vida,
y con humildad reflexiones y reconozcas que tu vida está vacía. Vacía de amor,
vacía de ternura, vacía de todo. Tienes tu alma repleta de odio y podredumbre. Sabes
que el éxito que tanto anhelas está ahí y siempre ha estado, justo delante de
tus ojos, esperando que por fin decidas alcanzarlo. Y no has querido hacerlo.
Que tristeza siento de que así sea.
Quedé atónito después
de escuchar sus sabias palabras, mi cuerpo entero se estremeció, sentí una
enorme emoción al saber que alguien por fin se preocupaba por mí. Algunas
lágrimas de repente se asomaron en mis ojos. Rodaron por mis mejillas y las
pude sentir. Sentí cómo lentamente se deslizaban por mi cara trazando su
recorrido de arriba hacia abajo como queriendo entrar de nuevo en mi cuerpo y
poder así limpiar mi corazón y mi alma.
Cuanta verdad salía
de sus labios. Este era el momento que siempre había esperado a lo largo de mi
vida. Necesitaba que alguien cercano a mi tuviera el valor de decirme todo lo
que había escuchado..
Y quiero decir que
desde ese momento me hice el firme propósito de cambiar el rumbo de mi vida
llevándola hacia donde no había querido llegar. Ya no voy a buscar más
pretextos para justificar mi rebeldía ante ella me dije, mucho menos voy a seguir desperdiciándola.
Ahora soy un hombre
nuevo: Hoy quiero despertar a la vida en cada nuevo amanecer, puedo ver la luz
del sol que ilumina mi camino y enciende de amor mi corazón. Sé que no puedo recuperar el tiempo gastado
pues ahora solo pertenece al pasado. Lo que sí puedo hacer es comenzar a trazarme
metas por cumplir, ya sean a corto, mediano o largo plazo.
Para ello, voy a
echar mano de todos los medios que estén a mi alcance. Y por sobre todas las
cosas, voy a buscar un encuentro más cercano con Dios. Quiero tener constante
comunicación con Él y pedirle perdón por echar por la borda tantos años
sumergido en una terrible depresión.
Y después de estos
momentos de meditación, eufórico y agradecido abracé a aquél viejecito que
había venido desde no sé que lejano lugar tan solo para hablar conmigo con la única intención de que por fin me
decidiera a abrir mis ojos ante la verdad, verdad que siempre había querido
evadir. El anciano desapareció de mi vista dejando en mí una hermosa lección.
Espero verlo el próximo fin de año y entregarle buenas cuentas.
Yo no sé cuánto
duró este encuentro. Ignoro si solo fueron unos cuantos minutos ó bien, algunas
horas, la verdad no lo sé. De lo que si estoy seguro es de haberle dado las
gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de tener un reencuentro conmigo.
Hoy puedo gritar
con todas mis fuerzas:
¡FELIZ AÑO NUEVO 2014!
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